Esperando la noche (Rebeca)

Mis pasos ausentes me estaban dirigiendo por todo el castillo. Realmente no había un motivo exacto para estar caminando por los pasillos en busca de la nada misma, había dormido demasiado tiempo, sentía los músculos duros, tensionados, y casi adoloridos. Moría por salir a correr al bosque cuando el sol se escondiera. El abrazo de la luna sería bien recibido, el viento alborotando mi pelaje lobuno y mis articulaciones relajandose con rapidez.
Sí, nunca había ansiado tanto que llegara la noche.
Tampoco había dormido demasiado bien, a decir verdad. Era lo único que envidiaba a los chupasangre...el no poder dormir. No tenían que enfrentar a su subcociente, ni lidiar con pesadillas.
Pesadillas como yo misma en brazos de mi padre, y mi forma como loba. Las facciones contraidas por el terror, en los rostros de mis familiares. Y mi forma como loba, otra vez...gritos, chillidos, a veces sangre, a veces no. Y uno que otro Cromwell...era un sueño recurrente.
No estaba segura de qué era peor...la pesadilla en sí, o esos huecos. Esos agujeros negros en los que no recordaba lo que había ocurrido, qué había dicho o visto...nada. Un vacío profundo y oscuro. Desesperante.
Me desperecé lentamente, Vitya me había informado de algunas incorporaciones nuevas a la guardia...Bueno, serían necesarios. Después de todo, cuando la alianza con los chupasangre se vuelva en nuestra contra, necesitariamos gente dispuesta a dar sus vidas. (Sí, no a ganar, sino a perder. Los malditos parásitos nos superaban en número...si llegaban a atacar, todos perderíamos).
Oí unos leves pasos detrás de mi espalda, los cuales me hicieron voltearme. Parpadeé un par de veces para acostumbrar mis ojos a la luz y enfocar mejor el fondo del extenso pasillo, por donde pasaba alguien desconocido.

Ya llevaba un día dentro de estos terrenos y me estaba volviendo loca. No podía entender la estupida alianza entre vampiros y licántropos solo porque un par de locos enamorados se unieron en matrimonio. Que desesperanza. Si no aguantaba la situación iba a terminar por irme de aquí y no perder más mi tiempo en estupideces como estas.
Caminé por los vagos pasillos del castillo hasta llegar a uno de los ventanales. Allí me senté, mirando el horizonte. Tonto hermano que me había traído a estos lugares. La traición era la peor blasfemia. Tenia que servir a alguien que estaba unida a un vampiro!! Si la situación fuera distinta, lo haría con mucho entusiasmo, pero la verdad, me repugnaba. Apoyé mi cabeza en la pared, recordando todo el pasado. Malditos chupasangres; mas bien, por culpa de uno, los demás pagaban las consecuencias. Mi ser era muy rencoroso, y no pararía hasta verlos a todos muertos.
Faltaba muy poco para la noche, y lo mejor era salir a dar una vuelta. Bajé de aquella paredcita del segundo piso, para dirigirme al primero. Muchos cuadros, mucha lealtad a los licanes. Si nuestro primer creador se enteraba de esto, resucitaba y moría de nuevo. Claro, tomando venganza. Y allí me tendría, a su lado. Sonreí de lado ante mis pensamientos. Que increíble no? Como un estupido vampiro puede arruinar la juventud de una chica y encima, pudrir tanto su cabeza hasta tal punto que no piensa en nada más que ver cabezas rodando. Suspiré, aun caminando, hasta que mi cuerpo se encontró con el de otra joven, rubia. Le dirigí una mirada tranquila, pero inexpresiva. Era una de los guardias, como yo. Quizás ella no tenía la mente podrida como los demás y tampoco aceptaba esta unión de reinos.
-Rebeca- Me presenté metiendo las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón. Ya había sido muy descortés en todo el día y ella me inspiraba un poco de confianza.

Me llevé una mano por debajo del cabello, alborotándolo desesperadamente, mientras observaba a la desconocida acercarse.
Caminaba con una gracia extravagante, aunque con un toque salvaje, escondido debajo de la cortesia y modales automáticos.
Su cabello negro lanzaba destellos luminosos bajo la leve luz del sol que se filtraba por las ventanas del castillo. Su rostro se veía inexpresivo, sin vida. No estaba segura de cómo reaccionar.
Ocultó las manos en sus bolsillos y se presentó con voz algo ausente.
Sonreí de lado y asentí con la cabeza.
-Diana -rodé los ojos, pensando en cómo sería Rebeca atacando, peleando. Y el resto de la guardia nueva.
Lo bueno de los nuevos era que aun consideraban los viejos estereotipos, igual que yo. A diferencia de los príncipes, quienes habían dejado atrás sus creencias para unirse con vampiros...
Pero, como sea, mi lugar no me permitía discutir ese tipo de cuestiones.
-. Así que...¿Eres una de las nuevas?-pregunta estúpida, lo sé. Pero ante su insistente y penetrante mirada, y sus ojos claros fijos en mí, sentía que tenía que decir algo, por más elemental que parezca.

Nuestras miradas se encontraron en aquel pasillo. La joven rubia de increíbles ojos parecía examinarme. Yo no me quedaba atrás. Devolvía con intención cada uno de los movimientos, dándole a entender que lo mío no era darme la vuelta y salir huyendo. Sus labios se curvaron en una sonrisa. Extraño, no había presenciado de nadie este tipo de recibimiento. Como antes mencioné, devolvía sus gestos para no ser descortés o lo que carajo significase dentro de este castillo. Sonreí.
Mínimos segundos, volviendo a mi postura. No quería después tener que perforar mis mejillas y colocar unas nuevas en su lugar porque mis músculos se acostumbraran a tal estimulo. Ante su segunda pregunta, asentí con la cabeza.
-Si, eso me temo.- Contesté frunciendo un poco los labios. Por sus actitudes, su forma de hablar, tenía similitudes conmigo. Y la soledad no era algo que me gustase, por lo que tener una aliada dentro de estas paredes, no vendría para nada mal. En algún futuro, amiga, aunque hablar de amistad no era lo mío. Siquiera sabía que era ese sentimiento.
-Me uní a esto por culpa de mi hermano, pero no es lo que esperaba…no se que está pasando por la cabeza de estas personas.- Bufé, rodando los ojos. Quité mi penetrante mirada de sus ojos para no intimidarla. Sabia que mis claros iris lo hacían.

La observé fijamente, viendo como cambiaban sus expresiones y rasgos por cada palabra nueva que salían de su boca, casi todas eran muecas de enfado, indignación o cólera.
Al parecer no estaba muy entusiasmada con el hecho de entrar a la guardia. Cada uno tomaba su postura respecto a la alianza con los vampiros, me gustaba que hubiera por lo menos uno que siguiera sus propias reglas, y entendiera lo desagradable que eran esos mugrosos chupasagres.
Medité un segundo sus palabras, me recordaba a mí misma hace poco tiempo, aún me seguía haciendo rabiar la unión con los vampiros, pero ya no lo demostraba tan abiertamente… ¿Me estaría volviendo más fría?
-Tranquila, pocas veces los parásitos se pasan por aquí. En Alemania sólo encontrarás licántropos, puedes estar a gusto.
Me crucé de brazos y sostuve su mirada unos instantes, en los que el silencio se encargó de hacer acto de presencia.
-¿Cómo llegaron aquí tú y tu hermano?-le pregunté, con curiosidad. Sabía que no era asunto mío…pero, era entrometida por naturaleza (curiosa era una palabra mucho más refinada para llamarlo) y si íbamos a empezar a congeniar a partir de ese día era justo saber algo más de Rebeca.
Mi propio interrogante me hizo recordar el día de mi llegada, al abandonar la casa de mis padres y corriendo sin rumbo hasta llegar a semejante lugar...para luego acabar en la guardia. El destino era desquiciado y altamente irónico.

La joven parecía ocultas sus sentimientos con las expresiones notorias de indiferencia. Así era yo antes, me daba todo igual, y tenía que volver a aquello antes de volverme loca, estresarme y como si fuera poco, que me salieran arrugas. Lastima que este lugar no tenia un Spa para relajarme. Sinceramente, ni los conocía pero resentía que seria algo bueno para pasar el rato.
Ante su respuesta, dándome tranquilidad, hice una mueca con la boca.
-Yo no diría lo mismo. Hace poco me encontré con dos vampiresas en el bosque. No fue un recibimiento de lo más grato.- Rodé los ojos con media sonrisa, ya relajándome ante la joven rubia. Basta de ironía por este día. Ante lo siguiente, una pregunta acerca de mi y mi hermano, di un par de pasos hacia ella, acercándome a un ventanal. Apoyé mis manos en la pequeña paredcita, dejando que el viento proveniente de afuera chocara contra mi rostro, despeinándome, haciéndome sentir la brisa fresca contrastando con mi calida piel.
-Mis padres murieron, los humanos comenzaron a sospechar de nosotros porque no éramos como los niños del pueblo…normales. Nos cazaron. Claro, todo esto luego de convertirnos. Zachary pensó que este lugar seria lo mejor para nosotros, para él. A mi no me agrada tanto, pero quizás, saque algo bueno de todo.- Incliné mi cabeza a un costado para verla, sonriendo sinceramente desde hace ya mucho tiempo que no lo hacia. Tenia metido que quería huir, aunque las cosas podían resultar diferentes. Podía llegar a tener una amiga. Pero….que era la amistad?

Escuché sus palabras con atención y fruncí los labios, hasta formar una fina línea...linda forma de recibir a los nuevos integrantes, presentándoles chupasangres como si fuera lo más normal del mundo. Podría observarme en una fiesta de té con Vitya y los Cromwell en un futuro cercano.
Rodé los ojos, quedándome sin palabras ante su argumento.
-De acuerdo, entonces sólo yo tengo demasiada suerte. Sólo he oído por palabras a los vampiros hace un largo tiempo -observé cómo se reclinaba contra uno de los ventanales, parecía muy cómoda dentro del castillo a pesar de que no lo considerara como un hogar.
Su historia se oía complicada y difícil, pero la contaba como si fuera un hecho más, uno que tenía inicio y fin, cerrado con broche de oro. Inalterable.
No pude evitar pensar en cómo el pasado obstruía mi presente, cómo no podía olvidar los hechos, y enterrarlos. Cómo me estaba entorpeciendo, y empeorando con cada día que pasaba.
Me sonrió abiertamente, y una de las comisuras de mis labios se alzó en respuesta. En una sonrisa leve y casi imperceptible.
-. Créeme, te acostumbrarás...no te mentiré diciendo que lo verás como tu hogar. Pero te acostumbrarás -eso podía asegurarle, tomé lugar junto a ella, en otro de los ventanales, y disfruté del rayo de sol que dio en mi rostro -. Dime, para que los hayan dejado entrar a la guardia deben ser guerreros experimentados y con dones poderosos -la miré, con curiosidad -. ¿Qué puedes hacer?