guardias diferentes;encuentro no grato

Salí de la boda, sin poder evitarlo, rodando los ojos.
Aproveché a felicitar a Vitya rápidamente y huír de allí. El fétido aroma a vampiro me estaba volviendo loca. Chocando sin piedad contra mi nariz y destrozando mis nervios.
Era humillante tener que soportar una fiesta rodeada de la raza más baja e inmunda, la que menos soportaba...
Por lo menos el bosque estaba vacío. Caminaba lentamente, el vestido me estaba asfixiando...detestaba vestirme formalmente. Me producía una molestia indescriptible en medio de la garganta.
La luna brillaba asomante en el cielo, no pude evitar contemplarla con fascinación. Se presentaba con tímidez, alumbrando suavemente el manto nocturno. Era lo único perfecto y puro que había visto en toda mi vida...
Cuando, claro, tenía que volver a meterse un chupasangre...su inconfundible efluvio se hizo presente en el aire, dándome nauseas.
Observé a la sanguijuela bajar de un árbol cercano con una agilidad sorprendente. Me crucé de brazos, esto sería interesante.
-Intentaba huír del hedor vampírico...pero al parecer es imposible.

La joven poseía una mirada penetrante e increíblemente dominante, al parecer estaba acostumbrada a que le den lo que quería...niña mimada, por supuesto.
Enarqué una ceja, con algo de indignación. ¿Un parásito iba a venir a hablarme de forma tan prepotente creyendo que iba a someterme como si nada?
-Reservo mi educación para personas de mi tipo. No me molesto en razas inferiores -expliqué, hablando con frialdad y mirándola de arriba abajo. Esos repugnantes vampiros se creían más de lo que son, pero yo estaba dispuesta a tirarles a bajo todo su narcisismo.
Mantuve mi mirada fija en la de ella, intentando no parpadear. No iba a perderla de vista, nunca sabes con qué puede salirte alguien así...
Ante su comentario, sólo pude soltar una carcajada, fría y seca. Corta. La cual traspasó el aire de una sola vez.
-. De acuerdo...¿Se supone que yo debo temerte a ti? -murmuré, con una risita, como si me estuviera contando el chiste más divertido del siglo -. No nesecito la infinita compasión de su generoso Lord, querida. Puedo conservar mi vida fácilmente frente a seres tan elementales y monótonos.

La observé de arriba abajo un par de veces. Su mirada era insoportable, me estaba analizando, vigilando cada uno de mis movimientos o reacciones y sacando conclusión de ellas.
¿Quién se creía para creer que me conocía?
Mi expresión cambió a total estupefacción cuando mencionó a mi madre...Maldita vampireza entrometida. ¿Quién le daba derecho a meterse en asuntos como esos?
Intenté pensar en Vitya, en el escándalo que se armaría si saltaba a la yugular de la repugnante chupasangre en esos momentos...pero...la guardia estaba metiendose en asuntos turbios, cruzando la línea...
-Limpia tu inmunda boca antes de hablar de alguien de mi familia. ¿Entendiste? -musité, con las mandíbulas apretadas. Sin moverme un paso de mi lugar.
Lo último que dijo no me tomó por sorpresa...yo pensaba igual que ella. Cuando Sébastien crea que era el momento oportuno para dejar de fingir, y quitarse su máscara de príncipe encantado, los Lycans sufriríamos. Mas prefería que me arrancaran la cabeza antes de darle la razón.
Sólo me limité a mirarla, esperando su reacción y el próximo torrente de palabras carentes de sentido que salieran de sus labios.

La miré unos segundos, con una mueca extrañada. Era increíble la cantidad de cosas irrelevantes que podía llegar a decir. ¿Una vida inmortal y aun no sabía hablar?
Rodé los ojos, y solté un bufido por lo poco que capté de su monólogo.
-¿Sabes que tu "Biblia mental" está equivocada, verdad? Los Licántropos no somos animales que se rinden ante instintos y dejan el cerebro a un lado -la miré de arriba abajo, hablando con lentitud y parsimonia, para que pudiera comprender -. Pensamos. Analizamos. Y tomamos decisiones. Igual, y mejor que ustedes.
La extraña hablaba demasiado del varón Cromwell...¡Por Dios! ¿Estaría encaprichada con el príncipe mestizo? ¿Esa será la razón de su resentimiento ante la boda?
No pude evitar soltar una pequeña risita...Ahora todos resultaban estar enamorados. No entendían los problemas y conflictos innecesarios que eso puede traer.
Sin embargo, la sonrisa se me borró del rostro cuando volvió a mencionar a mi madre...
¿Por qué la mencionaba tan seguido? ¿Sabría algo de ella que yo desconocía? ¿La conocería...?
Sufrí un temblor involuntario, y me apoyé contra un árbol para intentar relajarme.
-Deja...de hablar de ella, sanguijuela.

Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no rodar los ojos. Si la vampireza creía que iba a volverme loca, estaba muy equivocada.
Iba a ignorarla. A pesar de que su horrendo aroma quemaba mis fosas nasales.
Sus palabras cada vez tenían menos coherencia, se me hacía extraño cómo podía entenderse a sí misma.
Dejé recostada mi espalda en el mismo árbol, cruzándome de brazos, fingiendo que no tenía preocupaciones.
-¿Te das cuenta de que si realmente no pudiera controlarme, como dices, ya hubiera entrado en fase y saltado a tu cuello hace un buen rato? -enarqué una ceja, observándola de nuevo. Estaba poniéndose en actitud defensiva. Por Dios, como si quisiera gastar fuerzas vitales en ese ser tan básico.
-. Por cierto...¿Qué es tanta mención a tu Lord, querida? -pregunté, con una sonrisa ladeada, luego fingí sorpresa -. Oh...¿No me digas que el vampiro que se está casando con una lobita se ha ganado tu corazón?-mi tono de voz sonaba meloso y falso.

Le sonreí abiertamente cuando comparó a mi madre con el famoso Cromwell.
Por un segundo me quedé callada, oyendo un eco, lejano y distante, que se parecía bastante a la voz de esa molesta mujer que estaba decidida a terminar de arruinar mi día. Por lo que supuse que debía continuar hablando, ella sola.
¿Por qué estaba defendiendo a mi madre? ¿Por qué no dejaba que ella dijera lo que quiera? Después de todo...nunca la había conocido. Me había abandonado cuando ni siquiera tenía edad adecuada para hablar.
Siempre había creído que tenían una buena razón...que si pudieran volver el tiempo atrás, seguramente se quedarían conmigo...¿Y ahora?
¿Por qué tengo tantas dudas? ¿Por qué, en estos momentos, creo que aunque mis padres hayan tenido otra opción, me dejarían en la puerta de unos campesinos, de cualquier forma?
¿Y si realmente no me deseaban? ¿Si la pobreza no era la razón, sino la falta de interés?
Sacudí la cabeza, de un segundo a otro, debía concentrarme. ¡Soy una guardia, maldita sea! La primera regla era nunca bajar la guardia ante un vampiro.
-¿El amor? -repetí, frunciendo los labios, en una mueca curiosa. Aunque no fuera la intención, las conversaciones siempre acababan en el mismo tema -. Tengo una clara idea de lo que es -mostré una débil sonrisa. Tal vez luego de mis palabras se diera cuenta de lo que sentía por el tal Sébastien realmente no era lo que ella creía -. El amor no existe. Un pobre escritor lo citó, y de ahí en más, todos creen que por ver a alguien del sexo opuesto relativamente atractivo te haz enamorado. Las personas confunden el amor con el capricho, con la fascinación hacia alguien. O con el simple cariño -negué con la cabeza, mirando el suelo -. Nunca he tenido pruebas concretas de que el amor exista fuera de las tragedias escritas en pergaminos. Por lo que lo asumí. Simplemente no es real.-me encogí de hombros, acabando mi monólogo. Era obvio que la chupasangre no pensaría lo mismo que yo. Por lo menos, intenté abrirle la mente, su voluntad no dependía de mí.

No podía creer que estaba discutiendo un tema semejante con una vampireza cualquiera. ¿Cómo había llegado la conversación a tomar ese rumbo? Suspiré y bajé la mirada unos segundos, me estaba decepcionando a mí misma, traicionando mis principios y hablando allí con ella, como si fuera una especie normal.
-Por favor. Abre un poco la mente -le rogué, antes de perder la paciencia. Estaba generalizando las ideas, odiaba que metiera a toda la especie en un sólo saco -. Te acabo de dar mí opinión. Lo que sienten otros licántropos me tiene sin cuidado -espeté, con suficiencia. Moviendome del árbol y dando ligeros pasos por el bosque, caminando lejos de ella, casi de forma distraída.
-No es que le crea a los autores. El amor ha existido desde tiempos inmemoriables...o el fraude que ellos creen. Alguien lo sintió, y le dio nombre. Pero ese sentimiento loco e incondicional. Ciego, dedicado y perfecto...no es verdadero -jugué con una punta de mi cabello, retorciéndolo alrededor de mi dedo casi con nerviosismo -. El cariño, la pasión, la lujuria, el capricho, la obsesión...hasta la locura. Esos son los verdaderos. Pero muchos suelen confundirlos con el amor.

Me molestó que desprestigiara con un simple "etcétera, etcétera". ¿Y yo debía soportar la cantidad de idioteces sin sentido que salían de sus labios sin protestar? ¡Por Dios!
-Siento cariño por muchos. Pero no amo a nadie -simple, conciso, abarcaba por completo mi personalidad y forma de ver las cosas. Me volteé, para ya no ver su rostro e intenté alejarme.
-Ni siquiera sé por qué te estoy soportando. Eres una sanguijuela, no debería estar hablando contigo.
Además de una sanguijuela insolente, claro está.

-Una sanguijuela que te ha llevado una conversación;vaya con cuantas sanguijuelas que no sean las que tú señora te ha mandado a respetar hablas...tengo un toque especial para poder hablar con los de tu especia
reí...

-lo he descubbierto...qué te parece si nos moestramos lo que podemos hacer....nuestras cualidades....

-¿Una sanguijuela que me ha llevado a una conversación insulsa y sin punto? Sí, eso define muy bien la situación.
Suspiré, y me aleje un par de pasos de ella, dándole la espalda por completo.
Esa vampireza no me agradaba en lo más mínimo, me daba asco y repugnancia, igual que todos. Su olor, su tez pálida como un muerto. Su cuerpo sin sangre y sin corazón. Eran sólo muertos en vida, cadáveres reanimados.
Por eso me enorgullecía mi licántropia, seguía siendo humana. Seguía teniendo corazón, lo oía latir, seguía teniendo sangre roja que se esparcía estruendosamente al abrirse una herida. Seguía viva.
Enarqué una ceja, aun de espaldas a ella...¿Así que quería saber qué podía hacer, eh? Eso sería interesante.
Volví a recostarme sobre un árbol cercano, mirando el suelo, distraídamente.
-Puedo lograr que los demás hagan lo que yo quiera -confesé, esperando intimidarla, y borrar esa sonrisa petulante de su rostro -. Soy persuasiva, literalmente.